La educación ha sido durante años, la preocupación de muchos pensadores, un problema para otros y la profesión de muchos, pero ¿cuál es el verdadero conflicto? El problema no radica en ver, ni dar la mejor definición de la palabra EDUCACIÓN, el conflicto tiene sus raíces en el CÓMO educar y en QUIÉN educa.
Se busca incesantemente la formación de seres integrales, activos en la sociedad, completos en todas las dimensiones del ser humano, prospectivos, con conciencia social, moral y hasta ambiental. El mundo exige la “construcción” de seres capaces y competentes, demanda por una humanidad humana e inteligente, que responda a lo político, social, económico, religioso, familiar…pero esa misma sociedad aun no ha definido de que manera debe formar ese ser que tanto reclama.
Hoy por hoy, al estudiante, se le inyecta un poquito de esto y otro poquito de aquello, se le da a probar esto y luego lo otro, se le evalúa así y de tal manera, se le mide hasta la respiración y al final se ve como resultado que el proceso siempre queda inconcluso, que se hizo tanto y no se hizo nada, se busco tanto y no se sabe que se logro. Cuál es la respuesta para esto? Ha sido difícil entender que los seres humanos son seres inacabados, que requieren de su vida entera para tratar de completar su proceso de formación y de aprendizaje y que se le deben brindar son las herramientas necesarias para hacerlo.
La educación debe recordar que al hombre hay que formarlo para la vida, como lo ilustran tantos autores en sus estudios y tantos cineastas en sus películas, que los conocimientos se pueden adquirir en cualquier momento y de muchas maneras, pero las destrezas para la vida se deben aprender en los primeros años, primero para la convivencia con los demás y después para el crecimiento de cada uno.
Pero más allá de los contenidos se necesita un verdadero MAESTRO, aquel que este consiente de las problemáticas de la sociedad en la que se encuentra inmerso y de las que aquejan a sus estudiantes, que tenga presente que esas personas que se encuentran sentadas en el aula de clases son personas no maquinitas, que entienda que su labor es la más linda e importante de muchas, si no de todas ya que se enfrenta a la difícil tarea de la formación de los futuros habitantes del mundo, de las generaciones que gobernaran aquello que les dejemos.
El maestro debe ser un reflexivo permanente, amante de su profesión, convencido de la importancia de su labor, debe ser un investigador constante y estudioso del día a día, debe ser maestro por vocación más que de ocupación, debe estar siempre en pro del mejoramiento de su entorno y de su quehacer en el aula, debe ser un amigo de la comunidad y un amigo de la comunidad del saber, un soñador por excelencia, pero ante todo un ser humano, tal vez un gran ser humano.
ANGELA PAOLA ECHEVERRI OCAMPO
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